Hoy vengo a hablar de una de mis últimas obsesiones diseñiles. Se trata de 12, una marca de matcha que me tiene totalmente enamorado. Ya no solo por el producto (que también) sino por cómo han construido todo su universo visual. Es de esos proyectos en los que se nota que cada detalle está hecho con cariño, bien pensado y con una estética que transmite paz solo con verla. La identidad la firma Base Design y es una pasada, la verdad.
El estudio ha creado una identidad que se aleja por completo del estilo lifestyle con el que muchas marcas intentan venderte el matcha como la nueva bebida cool. Aquí no hay tonos pastel ni mensajes del estilo «detox your life» en letras cursivas. En lugar de eso, han apostado por un diseño sobrio, elegante y con ese punto casi místico que tiene preparar matcha como si fuera un ritual. El proceso de diseño fue un viaje en sí mismo (literalmente): se fueron a Japón, hablaron con maestros del té, arquitectos, científicos, chefs… y de ahí nació una marca que quiere ser más que una marca: una experiencia.

Todo el universo gráfico gira en torno al matcha como una especie de elixir natural. Usan partículas que flotan y se transforman, creando patrones vivos que transmiten energía sin ser estridentes. El verde está ahí, (no podía faltar), pero viene combinado con un montón de aire y espacios en blanco que permiten que respire. Incluso el nombre, 12, tiene una historia bonita detrás: doce horas, doce meses, doce signos… Una forma de recordarnos que todo va por ciclos, y que la excelencia no es una meta, sino un camino.
Y lo mejor de todo es que en un momento en el que el matcha está en todas partes y todo empieza a sonar igual, 12 consigue diferenciarse sin hacer demasiado ruido. Con calma, con estilo y con una identidad que te dice: «No hay prisa. Siéntate. Disfruta». Que al final, de eso se trata, ¿no?













